En las últimas décadas, las enfermedades autoinmunes han crecido de manera exponencial, y numerosas investigaciones destacan que la disfunción del sistema inmunitario proviene en gran parte del medio en el que estamos y del estilo de vida que altera la expresión de los genes (epigenética). En hipotiroidismo y enfermedades autoinmunes de la tiroides, la conexión entre el intestino y la tiroides genera mucho interés no solo por una posible alteración del eje microbiota-inmunidad, que tiene mucha relevancia en las enfermedades autoinmunes, sino también por la interacción fisiológica que existe entre la microbiota y la glándula tiroides para mantener un óptimo nivel hormonal.
Dado que existe el eje intestino-tiroides, una microbiota intestinal sana no sólo tiene efectos beneficiosos sobre la actividad del sistema inmunitario, sino también sobre la función tiroidea.
Eje intestino-tiroides
Las enfermedades tiroideas e intestinales con frecuencia suelen coexistir: la tiroiditis de Hashimoto y la enfermedad de Graves son los trastornos tiroideos autoinmunes más comunes y a menudo coexisten con la enfermedad celíaca y la sensibilidad al trigo no celíaca. Esto puede explicarse por la barrera intestinal dañada y el consiguiente aumento de la permeabilidad intestinal, lo que permite que los antígenos pasen más fácilmente y activen el sistema inmunitario o reaccionen de forma cruzada con los tejidos extraintestinales, respectivamente.
Un desequilibrio en nuestro microbioma intestinal no sólo puede causar la enfermedad, sino que puede empeorarla. Los desequilibrios bacterianos pueden provocar inflamación en el intestino, lo que a su vez empeora la permeabilidad intestinal. La inflamación de los tejidos objetivo, como la tiroides, es un signo distintivo de los trastornos autoinmunes.
Intestino y el sistema inmunitario
¿Sabías que un 70% de tu sistema inmunitario reside en el tracto digestivo?
El tejido linfoide asociado al intestino (llamado GALT) almacena células inmunitarias que defienden nuestro cuerpo atacando a los invasores extraños y produciendo anticuerpos. Las bacterias intestinales y el sistema inmunitario suelen trabajar juntos para realizar estas funciones de protección.
Los problemas surgen cuando GALT pierde su capacidad de proteger al organismo y se produce un desequilibrio bacteriano. Una de las principales características de la alteración de este sistema es el síndrome del intestino permeable.
La función principal de la permeabilidad intestinal consiste en una barrera de defensa selectiva, de manera que resulta permeable a determinadas sustancias e impermeable a otras. En condiciones normales, la barrera intestinal, que está compuesta de varias capas, permite el paso de agua y nutrientes, y bloquea las sustancias nocivas.
La inflamación produce aumento de los espacios intercelulares en la pared intestinal. Moléculas proteicas y toxinas pueden en este caso atravesar la membrana y pasar al torrente sanguíneo. El sistema inmune aparecerá entonces hiper estimulado e hiper reactivo a sustancias que no son necesariamente peligrosas. Cuando el sistema inmunitario se vuelve hiperactivo, puede provocar enfermedades autoinmunes como la tiroiditis de Hashimoto.
La tiroides y la microbiota
Las hormonas que produce la glándula tiroides afectan directamente al funcionamiento del sistema digestivo. Por lo tanto, si las hormonas no se producen en los niveles adecuados, habrá impacto tu intestino.
La disbiosis es un hallazgo común en los trastornos tiroideos. Por un lado, altera la respuesta inmune promoviendo la inflamación y reduciendo la tolerancia inmunitaria, dañando la membrana intestinal y provocando un aumento de la permeabilidad intestinal. Este hecho conduce no sólo a una elevada exposición de antígenos, sino también a la inflamación local.
Cada vez aparece una evidencia mayor que relaciona la digestión a nivel estomacal y el desequilibrio de la microbiota. La producción deficiente de ácido estomacal es muy característica en hipotiroidismo. La hipoclorhidria es el estado en el que no se produce la cantidad suficiente de ácido clorhídrico (HCl) en el estómago para la digestión adecuada de los alimentos, especialmente de las proteínas.
Por otro lado, la composición de la microbiota intestinal influye en la absorción de micronutrientes esenciales para la glándula tiroides. El yodo, el hierro y el cobre son cruciales para la síntesis de la hormona tiroidea, el selenio y el zinc son necesarios para convertir la T4 en T3, y la vitamina D ayuda a regular la respuesta inmunitaria.
Intestino, tiroides y la conversión hormonal
Las bacterias intestinales no sólo mantienen el sistema inmunitario bajo control, sino que también desempeñan un papel esencial en la conversión de la T4 inactiva en T3 activa. Se estima que alrededor del 20% de la T4 se convierte en T3 en el tracto digestivo, mientras que el hígado convierte el resto. Debido al papel que desempeña el sistema digestivo en la conversión de la hormona tiroidea, las personas con una función intestinal deficiente pueden tener valores de las hormonas tiroideas dentro del rango, y aún así tener síntomas de problemas tiroideos.
La conexión entre el intestino y la tiroides funciona en ambos sentidos: un problema puede exacerbar el otro, y viceversa.
El tratamiento de la disfunción tiroidea suele ir más allá de la medicación. Las personas con enfermedades de la tiroides a menudo tienen problemas digestivos que provienen de varios factores, incluyendo la alimentación, el estrés, las condiciones de salud y la genética.
Para mejorar la salud de la tiroides, también hay que curar el intestino. Sin embargo, como vemos que existe una estrecha relación entre los dos sistemas, el manejo debe ser simultáneo. Este proceso a menudo requiere un enfoque multifacético, dado que no existe una solución perfecta para todos.